Balaceras, motochorros y robos en serie: Beccar ya no es el barrio tranquilo que conocíamos
La inseguridad crece en Beccar: un jubilado fue asesinado en una balacera narco, aumentan los robos y los motochorros golpean sin piedad. Los vecinos viven con miedo, mientras la ausencia de respuesta estatal agrava el panorama
Lo que hasta hace poco era un barrio de ritmo calmo y vida familiar, hoy se encuentra inmerso en una escalada de violencia que no da tregua. Beccar ya no es el mismo. Lo dicen los hechos, lo repiten los vecinos, y lo confirman las imágenes que circulan a diario en redes y grupos barriales. El caso más brutal ocurrió en cercanías del barrio La Cava. Carlos Sandoval, un jubilado de 70 años, murió tras recibir un disparo en la cabeza durante una balacera entre bandas narco. La víctima no tenía relación con el conflicto. Solo estaba en el lugar equivocado en el peor momento. El hecho ocurrió en la misma esquina donde días antes fue asesinado un joven prófugo por el crimen del empresario Jorge De Marco, evidenciando el nivel de violencia instalada en la zona. Pero el horror no termina ahí. En la tranquila calle Sarandí, conocida por su ritmo barrial, se registraron tres robos domiciliarios en menos de nueve meses. El último ocurrió frente a testigos: los delincuentes forzaron una reja a plena luz del día, sin disimulo ni apuro. “Lo vieron todos y nadie los detuvo”, expresó una vecina indignada. La sensación de impunidad se multiplica en cada conversación vecinal. A eso se suman los ya habituales robos de autos. En la calle Juan B. Justo, un vecino filmó cómo un ladrón ingresaba a un vehículo estacionado, sin romper vidrios ni forzar cerraduras: usaron un inhibidor de señal para evitar que el auto se cerrara, una técnica que se repite en distintos puntos del partido sin que existan operativos de control ni patrullajes disuasivos. Y como si fuera poco, dos motochorros atacaron a un hombre mayor cuando bajaba de su coche para entrar a su casa. Lo golpearon brutalmente y se llevaron sus pertenencias. La secuencia fue relatada por vecinos que llegaron a asistirlo minutos después. “No hay policías, no hay patrullas, estamos a la buena de Dios”, dijo uno de ellos. La falta de presencia policial no es una percepción, sino una realidad estructural. San Isidro ofrece salarios por debajo de otros municipios, lo que empuja a muchos efectivos a trasladarse a distritos como Vicente López. El resultado: Beccar, como tantos otros barrios, queda desguarnecido. Las patrullas municipales, además, están compuestas por inspectores desarmados que no pueden intervenir en situaciones delictivas. Solo pueden llamar a la policía. Y la policía muchas veces no llega. El programa “Ojos en Alerta”, promocionado como una herramienta innovadora, es visto por los vecinos como una carga más sobre sus espaldas: se les pide que filmen, reporten y vigilen, mientras los impuestos aumentan y el Estado se retira. Algunos incluso recibieron mensajes propagandísticos tras inscribirse en el sistema, lo que desató aún más rechazo. La situación es crítica y el diagnóstico es compartido por todos los sectores: en Beccar, la seguridad dejó de ser una prioridad institucional. Lo que avanza, en cambio, es el miedo, la violencia y la certeza de que, por ahora, los delincuentes caminan más tranquilos que los vecinos.
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