Lomas y La Horqueta: el silencio de los barrios que solían tener vida

En una de las zonas más activas de San Isidro, vecinos perciben un fuerte retroceso cultural: plazas vacías, talleres cerrados y adultos mayores aislados. La frase se repite: “el Municipio se fue del barrio”. El abandono no distingue clases.
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 Durante años, Lomas y La Horqueta fueron sinónimo de comunidad activa, vida en las plazas, ferias barriales, actividades al aire libre y encuentros intergeneracionales. Hoy, esa identidad parece apagada. “Hay cada vez menos actividades. Ni clases, ni ferias, ni cultura”, repiten vecinos de ambos barrios, con una mezcla de tristeza y resignación.

La pérdida no es solo de eventos. Es simbólica. Las familias ya no tienen espacios de participación vecinal. Las caminatas, el yoga, los espectáculos infantiles o las ferias artesanales que daban vida a los espacios verdes desaparecieron sin explicaciones. La Plaza de Ramos Mejía, por ejemplo, pasó de ser un punto de encuentro activo a un espacio sin propuestas ni mantenimiento visible.

Los adultos mayores también sienten el retiro del Estado. Puerto Libre, que solía ser una referencia en contención, actividades recreativas y socialización, aparece desdibujado en los relatos. “Los talleres están más acotados, hay menos cupos, la comida empeoró y la atención ya no es como antes”, señaló una usuaria habitual. Esa merma se traduce en aislamiento: “Nos sacaron de la vida pública”, afirmó otra vecina.

La eliminación del programa San Isidro Cerca también impactó. Vecinos de más edad, que solían resolver trámites, controles médicos o vacunaciones sin salir del barrio, ahora deben trasladarse hasta el centro o zonas con mayor infraestructura, lo que muchos ya no pueden hacer. “El Municipio se alejó de los barrios”, resumen.

La Horqueta refleja una doble desconexión: por su ubicación periférica y por la falta total de propuestas estatales. “Es como si no existiéramos para el Municipio. Solo pagamos impuestos”, fue una de las frases más duras que surgieron en entrevistas espontáneas. La idea de ser olvidados, incluso siendo contribuyentes activos, genera enojo transversal.

Incluso en los sectores medios y altos, donde el acceso a propuestas privadas puede suplir parcialmente la falta de oferta pública, hay frustración y decepción con la desaparición de iniciativas culturales históricas. Los premios literarios Mujica Laínez y Kenneth Kemble, insignias de la gestión cultural local, dejaron de realizarse sin explicaciones, y el silencio institucional alimenta el malestar.
“Con Posse uno sentía que pasaban cosas en el barrio. Ahora, silencio total”, resumió una participante del circuito cultural que aún recuerda aquellos años con nostalgia.

La comunidad se empobrece cuando se apaga la cultura, y en Lomas y La Horqueta, lo que duele no es solo lo que falta, sino todo lo que ya no vuelve.
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