En las calles internas de Acassuso, la escena se repite: veredas rotas que antes estaban en perfecto estado, pozos abiertos por semanas sin avances visibles y ningún cartel que indique cuándo o cómo terminará la obra. Lo que debía ser una mejora urbana, se transformó en una postal de desidia y malestar.

Vecinos relatan que sus propias veredas —en estado deplorable desde hace años— siguen ignoradas, mientras observan cómo se invierten recursos en reparar sectores que no lo necesitaban. “Hace tres años pedimos que arreglen la vereda de la cuadra, se puede tropezar cualquiera. En cambio, acá a la vuelta rompieron una vereda perfecta y la volvieron a hacer”, cuenta indignada una vecina de la zona residencial cercana a Perú y Almafuerte.

Las calles cortadas durante semanas y la ausencia total de trabajadores son la constante. En redes sociales, comenzaron a circular publicaciones con frases como “Rompen rápido, pero después no aparece nadie más” o “¿Esta obra es un ensayo o un abandono?”, reflejando la frustración colectiva.

A todo esto se suma la falta total de transparencia y planificación. No hay carteles visibles con fechas de finalización, responsables de obra ni costos. Tampoco se han publicado en medios oficiales los pliegos de contratación ni precios por metro cuadrado. El silencio del municipio alimenta la sospecha de favoritismo y descontrol.

El contraste con gestiones anteriores es inevitable. “Ya nadie espera túneles como el de Paraná o Pueyrredón, solo que no rompamos el auto al doblar la esquina”, resume con resignación un comerciante de la zona. Lo que alguna vez fue una referencia en obra pública planificada, hoy se reduce a intervenciones sueltas, sin sentido claro, y con aroma a improvisación electoral.

En Acassuso, la obra pública parece un guion sin final: se empieza sin necesidad y se abandona sin explicación